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¿Qué me pasa? ¿Estoy enfermo?

Buenos días¡¡

Solo 15 días para Arenales 113¡¡, los nervios y las dudas comienzan a aparecer, por ello, hoy vamos a ausentar nuestra mente y vamos a hablar de una extraña enfermedad.....una que por desgracia hace tiempo que contraje......

Kilómetros y kilómetros dejándote la piel en el asfalto. Contínuas llagas en los pies de los duros entrenamientos que te has marcado para competir. Primero empiezas con las carreras de 5km, después con las de 10 km, te pasas a las medias maratones y terminas con la distancia mágica. Esté lloviendo, nevando, haga frío o calor te calzas las zapatillas y sales a entrenar: tirada larga, fartleck, series en pista, series en subida…
Tantas noches frías que preferías estar en casa pero te tocaba hacer la tirada larga para preparar la media o la  maratón. El asfalto te está destrozando las rodillas. Te encanta correr y ser un runner pero empiezas a estar harto de solo pisar asfalto. Después de años de runnear y de coleccionar camisetas técnicas te hablan del triatlón. Es un deporte más variado, tres deportes en uno, más difícil de aburrirte. Y lo pruebas.

Si no eres rico tardas un tiempo en conseguir todo el material necesario para los tres deportes. Con lo sencillo que era el running que con zapatillas, mallas o pantalones y camisetas ya te valía…Dejas de comprarte ropa de vestir, pero piensas “ya tengo la bici, el casco y el neopreno”.

Es un deporte bonito pero te obliga a desplazar media casa en cada competición: bici, zapas de bici, bambas de correr, trimono, casco, neopreno gafas de sol, gafas de bici, gorro de natación, gorra para correr, calcetines, toalla pequeña para boxes, dorsal, cinta para llevar el dorsal, xip, … Suerte que existen aplicaciones de móvil para no olvidarte nada.

Y llega el día de la carrera..........................
Madrugas más que cuando te ibas a runnear. Llenas el coche, aparcas y miras la mejor manera para llevar todos los trastos hasta los boxes con un solo viaje. Allí preparas cada elemento en su sitio y te diriges a la playa. Con el frío que todavía hace y tú y 1.000 locos más os vais a meter dentro del agua de golpe.

En el tramo de natación, entre los porrazos constantes que recibes, tienes que concentrarte para no hundirte como un submarino de hundir la flota y localizar la siguiente boya. Seguir a los de delante no te asegura ir recto ya que todos piensan igual que tu. Mientras otros competidores te aplastan por los dos lados se te nubla la mente y te imaginas ya en las profundidades del mar. Recuperas la vista y el aliento y piensas que no te quieres dejar la vida aquí, que no has cambiado de deporte para solo nadar un poco, y vuelves a bracear.



Sales como puedes del agua, con el corazón a mil, pero contento porqué has resultado vencedor de esta durísima batalla. Estás mareado como un pato y encima tienes que ir corriendo por la arena hacia los “boxes” (que queda mejor que parking de bicis), recordar tu dorsal y dónde has puesto tu bici. Durante la ruta hacia boxes tienes que aprovechar para sacarte el neopreno (sólo, sin ayuda, sin el compañero de equipo que te lo desata en los entrenamientos) y quitarte las gafas y el gorro sin parar de correr. Estás estresado nada más empezar y todavía te queda lo mejor. ¿Esto es desconectar?
Llevas un rato en boxes disfrutando de los pepinazos de bicis que hay, ya que sabes que nunca tendrás una igual. Después de alegrar la vista y desmarearte encuentras la tuya. Intentas recordar las reglas del juego: me quito el neopreno, me pongo el casco, las gafas de sol y el dorsal con el número a la espalda. Si eres bueno llevas los zapatos en las calas ya puestos. Sales de boxes más rápido, si no te encuentras la jodida piedra de turno con ganas de pincharte en medio de la planta del pie. Saltas encima de la bici y, en marcha, pones los pies dentro los zapatos intentando no pegarte el ostión del siglo y a la vez que no se te marche el grupito. ¿Deporte fácil? Ja. Durante la bici dices ”voy a dejar de pensar un poco”, pero no puedes ya que tienes que ir contando las vueltas que te quedan para entrar de nuevo en boxes, mientras rezas para no pinchar. Mientras vas en bici intentas no ser atropellado por los kamikazes que hay en carrera y que cogen las curvas a toda velocidad. Llegas a boxes y te bajas lo más rápido que puedes sin caerte y después de la línea dónde te indican los jueces (con las dificultades y continuos cambios que supone la competición y encima te juzgan por hacer deporte!). Y no te quites el casco antes de llegar a tu bici o te descalifican… Dejas la bici, cambias de zapatos, coges un gel y te pones a correr pensando “por fin, ahora solo tengo que correr, como hacia yo antes!”. ¿Deporte variado? ¡Y que lo digas!


Cuando terminas la carrera te sientes feliz por esto, porqué se ha terminado!!!
Te cuentan que en pruebas de larga distancia la logística se complica aún más ya que te dan tres bolsas y tienes que ir distribuyendo el material entre las tres. Y que cuando terminas un sector llegas cansado y empiezas a jugar a las bolsas: saco las zapatillas y los calcetines de ésta, guardar el neopreno en ésta… ¿o era la otra? 

Llega el momento clave, en el que reflexionas y piensas ¿“todo este trajín ha valido la pena?” Pues sí, has pasado toda una aventura en un solo día. Las endorfinas se te han disparado a mil y llegas a casa feliz. Un poco destrozado, ¡pero feliz¡. Tienes tema para comentar durante un par de días con la familia, amigos y compañeros de trabajo.  A ver si al final va a salir barato esto del triatlón…
Te metes en la cama, contento por lo que has logrado, por haberte superado a ti mismo. A los otros ni mirarlos. Te tapas con la manta. Estás enfermo. Enfermo de triatlón.